Me viene a la memoria una etapa de mi vida en la que tenía una compañera de trabajo que cuando nos tomábamos un café siempre pedía al camarero "el mío muy caliente" y el susodicho le respondía, con un evidente sentido del humor "marchando un cafetito con lanzallamas"
Yo siempre le advertía de que no me parecía sano beber algo tan excesivamente caliente pero, ante mi total asombro, ella me respondía que estaba casi frío.
Al final, tras múltiples episodios de fiebre con la garganta más colorada que un tomate, aquello dió lugar a unas úlceras en garganta y el conducto hasta el esófago que le tuvieron que cauterizar y a partir de entonces aprendió una amarga lección.
En cierta ocasión yo misma di un sorbo a una cucharada de sopa que estaba demasiado caliente y no me dio tiempo a más cuando me percaté de que me había hecho daño en la boca del estómago.
Ni demasiado frío ni demasiado caliente... encontremos un equilibrio para la salud sin que se nos alteren los sabores de los alimentos.
Espero que os venga bien esta anécdota.
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